Nueva sala de Chat

jueves, marzo 23, 2006

Lluvia

Alguna vez se develará el misterio de porque los seres humanos quieren hacer todos la misma cosa al mismo tiempo y en el mismo lugar. Comer todos en el mismo restaurant, comprar en el mismo supermercado, viajar en el mismo autobus... Estas cosas normalmente me enfurecen y me hacen insultarme e insultar a toda la raza humana, pero esa noche esta circunstancia me iba a ser placenteramente propicia.Agencia de remis (autos de alquiler), con todos sus automóviles ocupados. La chica de recepción no daba abasto con los llamados telefónicos que reservaban autos (y dejaban que yo y otro muchacho que esperaba allí, perdiéramos la oportunidad de viajar alguna vez). Tendría bastante tiempo de estar sentado en el local por lo tanto me relajé y comencé a estudiar el alrededor. La telefonista era linda y simpática, pero no estaba entre mis predilecciones. Entonces comencé a observar al otro pasajero. Era musculoso, tostado, cara de niño grande y estaba vestido con jardineros. Como habrán notado, soy gay, y debo decirles que me recalientan los jardineros. Esa prenda a la que los tiradores te la encajan bien en el culo cada vez que te mueves haciéndote apreciarlo en su plenitud. Debajo del jardinero llevaba una remerita ajustada de un color que llamo manzanita, que le resaltaba el tostado y le marcaba los músculos del brazo y el pecho. Estaba sentado bien echado hacia atrás y con las piernas bien separadas lo que me permitía apreciarle el bulto con detalle. Tenía cabello corto, oscuro con reflejos, ojos marrones grandes y labios gruesos aunque su boca era proporcionada. Llevaba un pequeño arito en la oreja derecha y una expresión de aburrimiento comparable a la mía.Yo no doy el tipo de gay que más se conoce. Cualquiera diría al verme que soy un joven oficinista que busca desesperadamente llegar a casa y besar a su joven mujer y comer lo que ella le preparo. En realidad en algún momento mi vida era eso precisamente, pero por suerte un compañero de trabajo me hizo descubrir quien era yo realmente y de esa manera comenzar una nueva vida. Soy de altura mediana, contextura normal, pelo negro corto y bigote. La visión de aquel muchacho (recordar mi tema con los jardineros) me estaba comenzando a calentar. Encima, para aumentar el tiempo de espera (y la necesidad del auto), comenzó una fuerte lluvia. El se para y cuando se acerca a la puerta para ver llover me cambia la visión del bulto en la silla por el culo bien marcado por los jardineros. Tenía también piernas buen torneadas. Mi pija se puso a mil y si me incorporaba se notaría. Pero la verdad es que en ese momento me importo un carajo y me levanté. Acercándome, saco un cigarrillo y se lo ofrezco:-Gracias no fumo- me dijo con una voz de muchachote de mamá que iba acorde a su apariencia.Tragué saliva, pero no por vergüenza, sino por morbo. Este cachorrito no se me iba a escapar. Encendí mi cigarrillo y contesté la primer boludez (estupidez) que encontré:-Es un vicio estúpido pero cuesta largarlo. ¿Vas muy lejos?-Quise saber.-Vivo en el edificio frente a la estación.-¡Que casualidad! ¡Yo también tengo que ir hacia allí!-Mentí alevosamente. En realidad tenía que ir en la dirección completamente contraria, pero si lograba que compartiéramos el auto mis planes de cogérmelo se harían realidad. Pero no dijo nada más así que tuve que seguir yo:-Estas agencias tienen muy pocos autos. Después que venga el tuyo: ¿Andá a saber cuanto voy a tener que esperar uno para mí?- Entonces, me miró con sus ojazos de niño y mientras el hormigueo de mi aparato genital me anunciaba la descarga de líquido preseminal, dijo las palabras mágicas:-Si vamos al mismo edificio... podríamos compartir el auto...- Sentí ganas de saltarle y rodearlo con mis brazos y piernas (si bien su cuerpo era inmenso) mientras le comía la boca. Pero, por las dudas, no convenía apurarse. Entonces fingiendo sorpresa exclame:-¡Tenés razón!¡Que buena idea!¡Muchas gracias!Me dijo que se llamaba Ezequiel y que era de Chaco. Yo le dije que me llamaba Antonio y que vendía seguros aunque sólo lo último era cierto. Seguimos hablando estupideces, la política, la inseguridad, los chimentos... y llega el auto. Tomamos nuestras cosas y subimos. El chofer estaba bastante poco interesado en nosotros así que esta era mi oportunidad para atacar. Estaba muy excitado, porque a pesar que yo tengo 40 y el tendría 20, 25 años me sentía que estaba por pervertir a un pendejo. Al ser tan voluminoso entramos apretados en el asiento y eso me hacía sentir el calor de su cuerpo pegado al mío. El se entretuvo mirando por la ventanilla y yo volví a interesarme por verle el bulto, que en el asiento del auto, quedaba bien marcado y apuntando hacia arriba. Me hice el tonto y apoyé mi mano derecha entre mi pierna y la suya, pareció no importarle. Comencé entonces a adentrarme hacia su entrepierna. Estaba arriesgándome mucho, si no le gustaba y me pegaba con una de sus manazas me expulsaba del auto. Llegamos enseguida al edificio. El cargaba algunos bolsos lo que me dio la excusa de ayudarle y de esa manera acompañarlo a su departamento. Fui yo quien le pagó al chofer como cortesía por permitirme compartir el auto. Subimos luego a su apartamento y me invitó con unas cervezas. A esta altura ya no sabía que pasaba con él. No se había mosqueado con mis manoseos en el auto pero tampoco me tiraba onda. Nos acercamos a la heladera para sacar las cervezas y cuando va a abrir la puerta y queda frente a mí, me arrimó y pegándome a él le rodeo la cintura con el brazo izquierdo, le tomo la cabeza por la nuca con la derecha y le estampo un beso largo y apasionado en los labios. No se resistió, quizás por la sorpresa. Mi mano izquierda se introdujo por la cintura del jardinero y por el calzoncillo y empecé a masajearle el glúteo y pasarle los dedos por la raja del culo. Mi mano derecha le peinaban los cabellos. Ambas pegaban su cuerpo con el mío como si intentará fundirme con él. Su miembro crecía y chocaba con el mío. Le desabroché los tiradores del jardinero, le saqué la remera y le bajé los pantalones y calzones hacía las rodillas. Su hermoso rostro de muchachote me miraba en silencio. Empecé a besarlo nuevamente y ahora bajaba por su cuello, me detenía chupando sus tetillas, tomaba el centro pasando por su ombligo, luego el caminito de vello por debajo hasta encontrarme con su glorioso pedazo que era grueso y estaba bien tieso, chorreante de líquido preseminal. Me tragué el líquido y me introduje el pene en la boca. Estaba bien caliente y con algunas venas. Sin sacármelo, lo recorrí con toda la lengua. Mis manos lo tomaron del culo para hacerlo entrar y salir de mi boca. El echo la cabeza hacia atrás y comenzó a gemir. Yo mientras tanto sentía que deseaba tragarme a todo aquel niño grande como si se tratara de un bocado prohibido. Cada tanto mi lengua también jugaba con sus huevos. Sus manos me tomaron la cabeza para indicarme el ritmo, pero yo no quería obedecerle.Me aparté y me desnudé por completo. Me recosté boca abajo en la mesada de la cocina ofreciéndole mi culo. Él se me acercó por detrás y tomándome de la cintura me la metió de un tirón. El niño se había envalentonado. Me la empezó a meter y sacar con un buen ritmo. Sentía que invadía todo mi interior. Me sentía a su merced:-¡Rompeme el culo pendejo!-le decía entre gemidos. Sentía sus piernas que eran torneadas y fuertes embestir las mías. Me calentaba muchísimo sentir que estaba forzando a un inocente a cometer actos impuros. Que ese cuerpazo, que a lo mejor sólo se sentía destinado a muchachas, fuera mío en aquel momento. Sentí que su miembro se tensaba. Estaba por acabar:-¡Soltame toda tu leche hijo de puta!-dije con los dientes apretados por el placer. Sentí el liquido invadiendo mis interiores. Se apartó de mí se limpió la punta con papel de cocina, e hizo lo propio con lo que me chorreaba del culo. Yo tenía la pija a mil pero no me animaba a penetrarlo. Me senté en la mesada y me empecé a masturbar. El se acercó y me comenzó a besar.-Tomaste la iniciativa lindo- pensé. Y no me equivoqué. Repitiendo mis pasos, como un alumno que da lección comenzó a recorrer el torso en dirección a mi pija con sus chupones. Se tragó todo mi aparato y comenzó a mamarlo ayudándose con los dedos índice y pulgar en forma de anillo, subiendo y bajando por él. Con la mano derecha me tomaba de la cintura y me acariciaba cada tanto el culo. Su lengua también me recorría el glande y jugaba con mis huevos.De pronto se detuvo y se incorporó. Con sus manazas me bajo de la mesada y me hizo parar. Me dio la espalda y se me ofreció. Me acerqué y se la metí. Si bien como dije, el tipo era inmenso me sorprendió que no gritara al metérsela. Empecé a embestirlo. Mis manos le acariciaban el pecho bien formado, las caderas, jugaban cada tanto en su entrepierna, cada vez que nuestros cuerpos se juntaban. También mi boca le mordía el cuello. Comencé a embestirlo con movidas cortas para no separarme de su cuerpo caliente y prolongar mis juegos con las manos y mis mordiscones. Imaginaba que nos podría descubrir su madre y me calentaba más. -Si bruja de mierda me estoy cogiendo a tu bebé- deliraba. Sentí un profundo hormigueo que me indicaba que estaba por acabar. Me pegué a él y con un alarido ahogado le solté toda mi carga. Nos separamos y volvimos a besarnos.Luego fuimos al baño para higienizarnos y comenzamos a hablar mientras nos vestíamos. Le confesé que en realidad me llamaba Mario y que no me dirigía a ese edificio, que todo había sido un pretexto para coger con él. Pero Ezequiel que se llamaba realmente así y aunque también era del Chaco, sin embargo tenía algo para confesar:-Soy Taxi Boy (escort)- Me dijo sonriendo. Me explicó que precisamente su apariencia de muchachote casi virgen era su mejor arma para enganchar clientes. Estaba conmigo en la remisería porque un cliente lo había plantado y no tenía dinero para volver a casa. La telefonista del local era su prima y le iba a conseguir que lo llevaran gratis hasta que yo aparecí. Me reí mucho por lo estúpido que le habrían parecido mis insinuaciones y mi cautela, pero tenía que preguntarle si me iba a cobrar:-No, no te preocupes este fue el viaje en remís mas caro, pero el más placentero de mi vida.- me dijo mientras afuera, la lluvia parecía no querer detenerse.

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