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jueves, marzo 23, 2006

Leccion de Amor 2da Parte

Anteriormente conté cómo dando clases en un colegio secundario, uno de mis alumnos, Alan, me hizo descubrir zonas de mí nuevas y excitantes.Todo había empezado con Alan, un rubio y bello deportista de 14 años, toqueteándose los genitales en clases, distrayéndome (y excitándome) tanto que me obligó a reprenderlo. Cuando Alan se incorporó, su compañero de atrás le tira de los pantalones joggings y deja al descubierto un fenomenal pene erecto que iba a cambiar mi vida para siempre. Finalmente Alan terminó en mi casa (y en mi alcoba) debido a que según me había dicho, la falta de los boletos secundarios para el colectivo y la imposibilidad de comunicarse con su familia le impedía regresar a casa.Pero cuando desperté de una noche de pasión con este hermoso muchachito, encontré en sus pantalones los boletos mencionados. Lo desperté para que fuéramos al colegio. Ni allí, ni durante el desayuno, me animé a plantear el tema.Cuando nos despedimos y baja del auto, lo llamo. Su magnifico pene (el de mi perdición) se vislumbra en la ventanilla como en una tele.- Te olvidás los boletos -dije acercándoselos.Me sonrió y sin decir nada alejó su joven y hermoso cuerpo. Ese día no tenía clases en la división de Alan. Si bien no sabía qué hacer con el tema, por lo menos, el estar alejado me tranquilizó. Pero al final de la jornada, otra vez no era la última persona en el edificio. Charlando animadamente veo a Alan y Ariel (su compañero de atrás, el que le bajó los joggings).- Él también quiere clases particulares -me dijo Alan sonriendo pícaro.No sé si por locura, o por aclarar las cosas, subí a ambos adolescentes a mi auto. Ariel adelante y Alan detrás de mí. Manejé completamente desconcentrado. ¿Alan había planeado todo esto? ¿Ariel le ayudó?.Camino a casa, una barrera de ferrocarril que demora bastante me detuvo. Abandoné mis pensamientos para mirar a Ariel. Me atraía, cabello castaño, ondulado, corto muy varonil (esto lo hacía más deseable). Como buen italiano, ojos verde-grisáceo. La remera calada de mangas muy cortas dejaban ver sus hermosos músculos. El pantalón deportivo, fino, permitía ver su pene, ayudado por la costumbre adolescente de sentarse caído y con las piernas bien abiertas. Ya no me importaba nada, lo miraba descaradamente. Siento que desde atrás Alan comienza a besarme el cuello y mordisquear la oreja. Ariel me toma la mano y me hace pasársela por su pene que está durísimo. Hubiera deseado prolongar el momento por siempre. Pero el tren pasó y crucé la barrera.Entramos a casa como si flotáramos en el aire. Ni sé dónde tiramos nuestras cosas. Ariel y Alan comenzaron a abrazarse y desvestirse. Yo me tumbé en un sillón y abrí la bragueta. Comencé a masturbarme mientras los veía recorrer sus hermosos cuerpos adolescentes con besos. Alan se agachó delante de mí y comenzó a tragarse mi pija. Ariel comenzó a masturbarse parado. Lo llamé. Lo hice pasar sobre Alan y apoyándole las piernas abiertas sobre los brazos del sillón comencé a mamársela. No era justo que si lo había traído, lo dejara masturbarse solo como si fuera el baño de su casa. Después de unos minutos, aparté a Alan y a Ariel de mí. Hice voltear a Alan, para que se pusiera en cuatro patas y comencé a lamerle todo el culo con intenciones de lubricarlo. Le pedí a Ariel que hiciera lo mismo conmigo. Cuando lo consideré oportuno, penetré a Alan y pedí lo mismo a Ariel. Con la mano derecha empecé a masturbar lentamente a Alan. Me complacía dirigir todo el acto. Ariel me penetraba con fuerza agarrándome de las piernas con ambas manos. Eyaculé como si hubiera explotado de placer. Besé a Alan por todo su cuello y espalda, mi bello angelito me hacía gozar nuevamente. Ariel seguía con sus sensuales embates hasta que por fin soltó su impetuosa carga con un gemido atronador, propio de los itálicos. Otra vez tomé el mando, hice sentar a Alan en el sillón. Llevé las manos de Ariel sobre los brazos del sillón, y comencé a lubricarle con mi lengua el ano. Alan le hizo tragarse el pene. Como si hubieran leído mis pensamientos, Ariel me retiró, dejó salir a Alan del sillón y le ofreció el ano dilatado. Alan comenzó a penetrarlo lentamente. Verlos y escucharlos gemir me excitó otra vez, pero no me atreví a molestarlos y comencé a masturbarme viéndolos gozar. Ellos notaron que los observaba y se excitaron más, flexionando Ariel sus músculos tensos y perfectos, eran hermosos. Alan retiró su pene y acabó sobre la espalda de Ariel. Tal vez porque no quería privarme de observarle ese miembro que me hizo descubrirme como realmente soy. Feliz acabé pensando en que había renacido y que ya me importaban un carajo los putos boletos secundarios.

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