Nueva sala de Chat

jueves, marzo 23, 2006

Verano

Siempre voy a recordar este verano. En una de las interminables siestas de las vacaciones mi primo Julián y yo nos escapamos del aburrimiento en la playa cercana. La casa de veraneo de mis padres esta muy alejada y es difícil que haya otros turistas en el lugar. Por lo tanto, el mar y la arena son sólo nuestros. Tengo 13 años y Julián 15. El es el galán de la familia, rubio, ojos claros, alto y de físico marcado, piel muy blanca. Seducía a cualquiera con su desvergüenza. En cambio yo, aunque no me considero feo, soy un poco bajo, cuerpo liso, aunque delgado y algo morochito. Extremadamente reservado sólo con Julián me sentía a gusto. Me fascinan las luchas de catch por la tele. Y esta tarde, como muchas, Julián y yo jugábamos a la lucha libre en la playa desierta sólo vestidos con nuestros slips. De pronto comenzamos a forcejear. Gritos, revolcones, zamarreos. Nos fuimos dejando llevar. Comencé a sentirme perturbado pero a la vez excitado. Me erizaba al sentir el cuerpo de Julián rozándose contra el mío, abrazándome con su calor. Escuchaba su respiración agitada, sentía su olor corporal, los roces en mi entrepierna. Comencé a experimentar una tremenda erección. A pesar de mi corta edad ya me la había meneado varias veces en la soledad de mi cuarto pero, el miedo de ser descubierto, muchas veces frustro el soltar la primera leche. Mis manotones de defensa, mientras tanto, me hacían recorrer la marcada espalda del primo y muchas veces el culo y las piernas. Eso me encendía aún más. El también notó algo, pero seguía en la pelea. De pronto me interesó más el manosearle el culo y las piernas que el defenderme de sus golpes. Así me di cuenta que Julían también tenía una erección considerable debajo del slip. Mis manos comenzaron a recorrer y tocar todo el cuerpo del primo. Él mientras tanto me seguía apretando, con el peso de su cuerpo, contra el piso. De pronto se detiene y me mira a los ojos fijamente. Creí que mi corazón, hasta ese momento latiendo a mil, se iba a detener. Apoyó sus rodillas sobre mis brazos para inmovilizarme. Se bajó los slips y me ofreció su pedazo, enorme, bañado en líquidos preseminales:- ¡Cómela -me dijo- tragátela toda!Se inclinó sobre mí y me la metió en la boca. Comenzó a meterla y sacarla con movimientos de cadera. Yo estaba extasiado. Liberé mis manos y tomándole el culo se lo acariciaba y conducía hacia mi boca. Su pija me tocaba la garganta. Nunca creí que iba a sentir tanto placer. Mientras tanto mi verga parecía a punto de explotar.Julián me apartó de su sexo y me colocó boca abajo. Yo solo lo dejaba hacer. Me tomó de las caderas, las levantó y me bajó el slip. Su pene durísimo, lubricado por mi propia saliva, me recorrió la raya y jugueteaba con mi ano. Sentí como una fuerza interna parecía querer abrirlo a su gentil miembro. Empujó suave varias veces contra el orificio virgen y me lo metió. El dolor me hizo gritar horrores, sin embargo deseaba que no me la sacara nunca. Comenzó a embestirme sin soltarme las nalgas. Me zamarreaba, gemía, me hacía estremecer las carnes, me doblegaba, pero me hacía gozar como nunca. Mis manos cada tanto buscaban mi sexo, pero el las apartaba. Era el momento de él ahora.Finalmente acabó dentro mío. Acarició mi espalda y mis piernas y se tumbo boca arriba a mi lado. Yo seguía excitadísimo. Me arrojé encima y comencé a besarlo en la boca, en el cuello, acariciar su cuerpo y pegarlo al mío. Él me dejaba hacer mientras me contemplaba extasiado. Entonces me animé. Lo coloqué boca abajo, le bajé los slips y me tumbé encima. Comencé a bombearlo, intentando penetrarlo, aprisa, con desesperación. El me tomó las nalgas, pero en lugar de apartarme, me condujo a su orificio y se la metí de una vez. Comenzó a guiarme con sus manos en la embestida. Sus dedos apretándome las carnes me encendió todavía más. Desde mi posición veía su hermoso y blanco cuerpo, atravesado por mi negra herramienta. Sobre el piso contra la arena su cara angelical con los ojos entrecerrados que parecía pedirme que no dejara nunca de embestirlo. Bombeaba y me sentía viajando por el espacio. Estaba doblegando su hermoso cuerpo para satisfacerme. Entonces, sentí que estaba por acabar por primera vez. Él también lo notó. Me apartó y me tiró dejándome boca arriba. Con velocidad se tumbó para quedar con su cara entre mis piernas y se tragó mi pija chupándomela. Yo le acariciaba los rubios cabellos mientras sentía su lengua por todo mi sexo. Mi cuerpo se convulsionó y le descargué toda mi leche. Se la tragó y me limpió con la lengua lo que había derramado fuera. Ascendió por mi abdomen y atrapado por mis piernas me besó con pasión en la boca mientras sus fuertes brazos me abrazaban y acariciaban.Nos quedamos abrazados largo rato contemplando el mar, nuestro único testigo de aquella aventura siestera. Como se dice en la televisión esto recién comienza. No sé cómo llegamos a esto ni cuánto pueda durar. Sólo sé que las vacaciones de verano con mi primo no volverán a ser lo mismo.

Lluvia

Alguna vez se develará el misterio de porque los seres humanos quieren hacer todos la misma cosa al mismo tiempo y en el mismo lugar. Comer todos en el mismo restaurant, comprar en el mismo supermercado, viajar en el mismo autobus... Estas cosas normalmente me enfurecen y me hacen insultarme e insultar a toda la raza humana, pero esa noche esta circunstancia me iba a ser placenteramente propicia.Agencia de remis (autos de alquiler), con todos sus automóviles ocupados. La chica de recepción no daba abasto con los llamados telefónicos que reservaban autos (y dejaban que yo y otro muchacho que esperaba allí, perdiéramos la oportunidad de viajar alguna vez). Tendría bastante tiempo de estar sentado en el local por lo tanto me relajé y comencé a estudiar el alrededor. La telefonista era linda y simpática, pero no estaba entre mis predilecciones. Entonces comencé a observar al otro pasajero. Era musculoso, tostado, cara de niño grande y estaba vestido con jardineros. Como habrán notado, soy gay, y debo decirles que me recalientan los jardineros. Esa prenda a la que los tiradores te la encajan bien en el culo cada vez que te mueves haciéndote apreciarlo en su plenitud. Debajo del jardinero llevaba una remerita ajustada de un color que llamo manzanita, que le resaltaba el tostado y le marcaba los músculos del brazo y el pecho. Estaba sentado bien echado hacia atrás y con las piernas bien separadas lo que me permitía apreciarle el bulto con detalle. Tenía cabello corto, oscuro con reflejos, ojos marrones grandes y labios gruesos aunque su boca era proporcionada. Llevaba un pequeño arito en la oreja derecha y una expresión de aburrimiento comparable a la mía.Yo no doy el tipo de gay que más se conoce. Cualquiera diría al verme que soy un joven oficinista que busca desesperadamente llegar a casa y besar a su joven mujer y comer lo que ella le preparo. En realidad en algún momento mi vida era eso precisamente, pero por suerte un compañero de trabajo me hizo descubrir quien era yo realmente y de esa manera comenzar una nueva vida. Soy de altura mediana, contextura normal, pelo negro corto y bigote. La visión de aquel muchacho (recordar mi tema con los jardineros) me estaba comenzando a calentar. Encima, para aumentar el tiempo de espera (y la necesidad del auto), comenzó una fuerte lluvia. El se para y cuando se acerca a la puerta para ver llover me cambia la visión del bulto en la silla por el culo bien marcado por los jardineros. Tenía también piernas buen torneadas. Mi pija se puso a mil y si me incorporaba se notaría. Pero la verdad es que en ese momento me importo un carajo y me levanté. Acercándome, saco un cigarrillo y se lo ofrezco:-Gracias no fumo- me dijo con una voz de muchachote de mamá que iba acorde a su apariencia.Tragué saliva, pero no por vergüenza, sino por morbo. Este cachorrito no se me iba a escapar. Encendí mi cigarrillo y contesté la primer boludez (estupidez) que encontré:-Es un vicio estúpido pero cuesta largarlo. ¿Vas muy lejos?-Quise saber.-Vivo en el edificio frente a la estación.-¡Que casualidad! ¡Yo también tengo que ir hacia allí!-Mentí alevosamente. En realidad tenía que ir en la dirección completamente contraria, pero si lograba que compartiéramos el auto mis planes de cogérmelo se harían realidad. Pero no dijo nada más así que tuve que seguir yo:-Estas agencias tienen muy pocos autos. Después que venga el tuyo: ¿Andá a saber cuanto voy a tener que esperar uno para mí?- Entonces, me miró con sus ojazos de niño y mientras el hormigueo de mi aparato genital me anunciaba la descarga de líquido preseminal, dijo las palabras mágicas:-Si vamos al mismo edificio... podríamos compartir el auto...- Sentí ganas de saltarle y rodearlo con mis brazos y piernas (si bien su cuerpo era inmenso) mientras le comía la boca. Pero, por las dudas, no convenía apurarse. Entonces fingiendo sorpresa exclame:-¡Tenés razón!¡Que buena idea!¡Muchas gracias!Me dijo que se llamaba Ezequiel y que era de Chaco. Yo le dije que me llamaba Antonio y que vendía seguros aunque sólo lo último era cierto. Seguimos hablando estupideces, la política, la inseguridad, los chimentos... y llega el auto. Tomamos nuestras cosas y subimos. El chofer estaba bastante poco interesado en nosotros así que esta era mi oportunidad para atacar. Estaba muy excitado, porque a pesar que yo tengo 40 y el tendría 20, 25 años me sentía que estaba por pervertir a un pendejo. Al ser tan voluminoso entramos apretados en el asiento y eso me hacía sentir el calor de su cuerpo pegado al mío. El se entretuvo mirando por la ventanilla y yo volví a interesarme por verle el bulto, que en el asiento del auto, quedaba bien marcado y apuntando hacia arriba. Me hice el tonto y apoyé mi mano derecha entre mi pierna y la suya, pareció no importarle. Comencé entonces a adentrarme hacia su entrepierna. Estaba arriesgándome mucho, si no le gustaba y me pegaba con una de sus manazas me expulsaba del auto. Llegamos enseguida al edificio. El cargaba algunos bolsos lo que me dio la excusa de ayudarle y de esa manera acompañarlo a su departamento. Fui yo quien le pagó al chofer como cortesía por permitirme compartir el auto. Subimos luego a su apartamento y me invitó con unas cervezas. A esta altura ya no sabía que pasaba con él. No se había mosqueado con mis manoseos en el auto pero tampoco me tiraba onda. Nos acercamos a la heladera para sacar las cervezas y cuando va a abrir la puerta y queda frente a mí, me arrimó y pegándome a él le rodeo la cintura con el brazo izquierdo, le tomo la cabeza por la nuca con la derecha y le estampo un beso largo y apasionado en los labios. No se resistió, quizás por la sorpresa. Mi mano izquierda se introdujo por la cintura del jardinero y por el calzoncillo y empecé a masajearle el glúteo y pasarle los dedos por la raja del culo. Mi mano derecha le peinaban los cabellos. Ambas pegaban su cuerpo con el mío como si intentará fundirme con él. Su miembro crecía y chocaba con el mío. Le desabroché los tiradores del jardinero, le saqué la remera y le bajé los pantalones y calzones hacía las rodillas. Su hermoso rostro de muchachote me miraba en silencio. Empecé a besarlo nuevamente y ahora bajaba por su cuello, me detenía chupando sus tetillas, tomaba el centro pasando por su ombligo, luego el caminito de vello por debajo hasta encontrarme con su glorioso pedazo que era grueso y estaba bien tieso, chorreante de líquido preseminal. Me tragué el líquido y me introduje el pene en la boca. Estaba bien caliente y con algunas venas. Sin sacármelo, lo recorrí con toda la lengua. Mis manos lo tomaron del culo para hacerlo entrar y salir de mi boca. El echo la cabeza hacia atrás y comenzó a gemir. Yo mientras tanto sentía que deseaba tragarme a todo aquel niño grande como si se tratara de un bocado prohibido. Cada tanto mi lengua también jugaba con sus huevos. Sus manos me tomaron la cabeza para indicarme el ritmo, pero yo no quería obedecerle.Me aparté y me desnudé por completo. Me recosté boca abajo en la mesada de la cocina ofreciéndole mi culo. Él se me acercó por detrás y tomándome de la cintura me la metió de un tirón. El niño se había envalentonado. Me la empezó a meter y sacar con un buen ritmo. Sentía que invadía todo mi interior. Me sentía a su merced:-¡Rompeme el culo pendejo!-le decía entre gemidos. Sentía sus piernas que eran torneadas y fuertes embestir las mías. Me calentaba muchísimo sentir que estaba forzando a un inocente a cometer actos impuros. Que ese cuerpazo, que a lo mejor sólo se sentía destinado a muchachas, fuera mío en aquel momento. Sentí que su miembro se tensaba. Estaba por acabar:-¡Soltame toda tu leche hijo de puta!-dije con los dientes apretados por el placer. Sentí el liquido invadiendo mis interiores. Se apartó de mí se limpió la punta con papel de cocina, e hizo lo propio con lo que me chorreaba del culo. Yo tenía la pija a mil pero no me animaba a penetrarlo. Me senté en la mesada y me empecé a masturbar. El se acercó y me comenzó a besar.-Tomaste la iniciativa lindo- pensé. Y no me equivoqué. Repitiendo mis pasos, como un alumno que da lección comenzó a recorrer el torso en dirección a mi pija con sus chupones. Se tragó todo mi aparato y comenzó a mamarlo ayudándose con los dedos índice y pulgar en forma de anillo, subiendo y bajando por él. Con la mano derecha me tomaba de la cintura y me acariciaba cada tanto el culo. Su lengua también me recorría el glande y jugaba con mis huevos.De pronto se detuvo y se incorporó. Con sus manazas me bajo de la mesada y me hizo parar. Me dio la espalda y se me ofreció. Me acerqué y se la metí. Si bien como dije, el tipo era inmenso me sorprendió que no gritara al metérsela. Empecé a embestirlo. Mis manos le acariciaban el pecho bien formado, las caderas, jugaban cada tanto en su entrepierna, cada vez que nuestros cuerpos se juntaban. También mi boca le mordía el cuello. Comencé a embestirlo con movidas cortas para no separarme de su cuerpo caliente y prolongar mis juegos con las manos y mis mordiscones. Imaginaba que nos podría descubrir su madre y me calentaba más. -Si bruja de mierda me estoy cogiendo a tu bebé- deliraba. Sentí un profundo hormigueo que me indicaba que estaba por acabar. Me pegué a él y con un alarido ahogado le solté toda mi carga. Nos separamos y volvimos a besarnos.Luego fuimos al baño para higienizarnos y comenzamos a hablar mientras nos vestíamos. Le confesé que en realidad me llamaba Mario y que no me dirigía a ese edificio, que todo había sido un pretexto para coger con él. Pero Ezequiel que se llamaba realmente así y aunque también era del Chaco, sin embargo tenía algo para confesar:-Soy Taxi Boy (escort)- Me dijo sonriendo. Me explicó que precisamente su apariencia de muchachote casi virgen era su mejor arma para enganchar clientes. Estaba conmigo en la remisería porque un cliente lo había plantado y no tenía dinero para volver a casa. La telefonista del local era su prima y le iba a conseguir que lo llevaran gratis hasta que yo aparecí. Me reí mucho por lo estúpido que le habrían parecido mis insinuaciones y mi cautela, pero tenía que preguntarle si me iba a cobrar:-No, no te preocupes este fue el viaje en remís mas caro, pero el más placentero de mi vida.- me dijo mientras afuera, la lluvia parecía no querer detenerse.

Joaquin

A los cuarenta años, luego de una vida familiar en la que el sexo era pecado, estaba comenzando a ganarme el pasaje al infierno. Hasta ahora los únicos momentos de placer habían sido masturbadas furtivas en el baño del colegio o en el de casa. En ambas con el peligro latente de ser descubierto. Por cierto, vivía hasta su muerte hace un mes, con mi madre. Una mujer dura y posesiva que no me dejaba tiempo para el amor. Por eso comencé a desarrollar la fantasía. Todas las mañanas observaba por la ventana a Joaquín, un chico de 16 años que vivía en el edificio de enfrente. Primero creí que lo hacía envidiando su desfachatez. Pero, poco a poco, comencé a obsesionarme con el. Era flacucho, de cutis muy blanco que resaltaba con su pelo negro cortado a la Garzón que le sobresalía de la gorra con la visera echada hacia atrás que llevaba eternamente. Pronto iba a comprobar que realmente nunca se quitaba la gorra. Pero lo que mas me quedaba mirando era la raya del culo que se asomaba sobre la bermuda semicaída y los vellos que hacían lo propio por sobre la bragueta. Podía pasarme horas observándolo entrar y salir de su casa sintiendo extrañas sensaciones en la garganta y erecciones. No podía quitar su imagen de mi cabeza. Su habitación daba a mi casa y la computadora estaba de costado sobre la ventana, por lo tanto, busque la forma de contemplarlo más. Me compre unos prismáticos y continúe con mis observaciones. Era verano y de noche dormía solo con el slip, de tanto en tanto se frotaba el bulto y yo sentía que volvía al secundario. A veces navegaba en Internet, supongo porque sacaba el pene de entre sus ropas y se masturbaba con ganas. Hasta sonreí cuando note que se calzaba una media en el miembro para no manchar. A mí ya no me interesaba manchar, yo era ahora quien limpiaba y por lo tanto ya no tenía que preocuparme por ocultar nada. Cuando ya no resistía mas la excitación bajaba mis pantalones y luego de tocarme el miembro por encima, sin dejar de observar a mi chiquillo, me tomaba el paquete y lo jalaba con muchas más ganas que en la escuela. A veces me asombraba el tamaño que tomaba y las venas bien marcadas en el tronco grueso. Tanta represión pasada había hecho que nunca había aprendido a observar y querer mi cuerpo y menos el órgano sexual. Gemía mi placer sin culpa mientras el puño subía y bajaba, la cabeza estaba morada y finalmente venían los espasmos y los cinco o seis chorros de semen, sin media que los contuvieran. Enfrente el cuerpecito de mi hermoso vecino se convulsionaba, echaba su hermoso rostro hacia atrás y luego de un rato cesaba los movimientos de la mano y terminaba dejando caer ambos brazos al suelo, permaneciendo inmóvil unos segundos. Eso sí, nunca se quitaba la gorra.Estaba decidido a hacer mío a aquel muchacho. Por primera vez actuaba por instinto sin importarme las consecuencias. Además de autoritaria, mi madre era muy tacaña, lo que hizo que a su muerte heredara algunas propiedades y una gran suma de dinero. Decidí comprar una computadora. La excusa sería llevar a Joaquín a casa para que me enseñe a utilizarla.No hubo inconvenientes. La madre del muchacho me adoraba y este a regañadientes acepto a venir. Allí lo tenía, despedía olores corporales que lejos de molestarme me excitaban más. Sentía ganas de tomarlo por la fuerza, recorrer con mis manos todo su cuerpo, besarlo, arrancarle las ropas, pero estaba logrando contenerme. Se agacho para indicarme cada uno de los conectores detrás de la computadora, pero yo sólo le miraba el culo a través del pantalón caído. Encendió la computadora y nos sentamos juntos enfrente a la pantalla. Le pedí conectarnos a Internet. Me mostró como sacar un cuenta de correo donde buscar noticias - Y sexo donde puedo ver - dije queriendo ver su reacción. Se puso incómodo, vi bajar la saliva por esa hermosa nuez de Adán que hubiera deseado estar chupando - Tu debes saber, además no hay problema, soy de confianza- proseguí buscando confianza. El permanecía mudo -Vamos te veo cada noche en ese aparato- dije mostrando complicidad -¡No se lo diga a mamá- me dijo asustado -Te dije que soy de confianza, además... no te preocupes a tu edad es normal mirar mujeres desnudas- dije sonriendo -Es que no son mujeres- dijo y se arrepintió. ¡No podía tener tanta suerte! pero todavía faltaba más, balbuceaba -bueno, es decir... por primera vez lo toque. Pase mi brazo atrás de su cuello y mi mano le tomó el hombro -Puedes confiar en mí- le dije -¿Y que es lo que te gusta mirar?- me dijo que miraba fotos de hombres mayores -como usted- dijo y enmudeció nuevamente -¿Y ya tuviste relaciones?- quise saber -no, solo algunas pajas- dijo mostrándose avergonzado. Lo atraje hacía mí y apoyé su cara en mi pecho. Mis latidos parecían una tropilla pasando enloquecida. Mi mano abandonó el hombro y comenzó a acariciarle las mejillas. Él comenzó a acariciar mi cintura con sus manos, seguro notó mi erección y alzo la cabeza. Yo no espere le tome el rostro con ambas manos y torpemente lo besé en la boca. ¡Ambos éramos vírgenes! Él me acariciaba la espalda. Sentía su pene durísimo sobre el mío y estaba ofreciéndome el culo. Metí mis manos bajo el pantalón y mis dedos le repasaban la raja. Sus olores me penetraban por las fosas nasales como si estas le estuvieran absorbiendo el alma. Mis manos le apretaban los glúteos y mis dedos se metían en su base. Él comenzó a quitarme la remera del pantalón y yo abandoné mis caricias para alzar los brazos y permitírselo. Hice lo propio con su remera, lo hice sentar enfrentado a mí para continuar besándolo y sentir su culo sobre mí pija. Él comenzó a subir y bajar fregándose sobre mí por lo tanto yo sentía su herramienta fregarse sobre mi abdomen. Cada tanto lo detenía y besaba su pecho o chupaba sus tetillas. El placer era inmenso, casi acabo, pero imaginarme a mi madre viéndonos me hizo perder la erección, aunque los movimientos de mi muchachito me devolvieron pronto al éxtasis. De pronto lo hice pararse y le bajé las bermudas y el slip que tanto conocía dejando me conocer el pene. Era blanco como toda su piel no muy grueso pero largo y terminado en la punta rosada. Me lo tragué, él paso sus manos y me tomó la nuca. Mis labios se cerraron con firmeza y comenzaron a recorrer el miembro desde la base hasta el glande que era recorrido por mi lengua como quien saborea un helado. Mis manos le amasaban los glúteos, mis dedos iban por la raja hasta los testículos y jugueteaban con ellos. Alcé mi vista y vi el hermoso rostro gozando. De pronto cerró sus ojos, se mordió el labio inferior y en medio de convulsiones de las piernas y el culo soltó su carga de leche dentro de mi boca. Tragué lo que pude y le sonreí. Sin decirle nada me desabrochó el pantalón y me bajo las ropas hasta las rodillas. Se agachó y colocando sus brazos sobre mis piernas comenzó a besarme las piernas y se dirigió a mi pene. Primero me chupo los testículos, luego comenzó a ascender por la base con besos profundos hasta llegar al glande. Lo recorrió con la lengua y se trago el miembro entero. Yo podía sentir su lengua y su boca inexpertas, pero deliciosas, y ver su gorra subiendo y bajando por mi miembro. Mis manos le tomaban el rostro, le acariciaban la nuca de pronto sentí las convulsiones y eche mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos. Acabé en su boca pero el chico no llegó casi a tragar por lo que mi leche le colgaba de la boca. Lo senté nuevamente a caballito y besándole le quite los restos.Nos vestimos y nos despedimos con un largo beso y la promesa de repetir los encuentros. Me dijo que nunca me había prestado atención pero que el día de hoy le iba a resultar inolvidable. Me acerqué a la ventana cuando salió y volví a mirarlo pero esta vez no como una fantasía imposible sino como a la personita que le puso sentido a mi vida.

Cumpleaños

Pensé que iba a arrepentirme por haber ido a ese tonto cumpleaños infantil. La música del payaso de moda me estaba aturdiendo demasiado. Siempre el mismo vodevil, saludar a la tía sepultada en toneladas de maquillaje escuchando su reiterativa pregunta:- ¿Solo todavía?. No importa, ya vas a encontrar a alguien.Y uno quisiera que ese caro vestido la ahogue del todo, para que cuando sólo le quede un segundo de vida gritarle:- Yo tuve parejas, pero no las que te pueda presentar a vos.Era el único sin compañía. Hasta todos aquellos personajes que insisten presentarme año tras año, con una vehemencia inversamente proporcional a mi empeño por no acordarme de ellos, estaban acompañados. No sé por qué fui. Ni siquiera me importa el cumpleañeros. Decidí escaparme al baño.Sentado en el inodoro, fumaba como en los viejos tiempos del secundario, sólo que ahora ya no me preguntaba qué me estaba pasando y estaba bien seguro de lo que quería para mí. En eso comenzaba a pensar cuando siento ruidos en dirección a los mingitorios y una canción de mis épocas de estudiante silbada con bastante entonación. Apenas abrí la puerta para esconderme y mirar sin ser visto. Era el ayudante del parrillero. Tendría treinta como yo. No le había prestado atención antes pero ahora veía que estaba muy bien. Alto, pelo negro largo atado en cola, camisa blanca amplia con las mangas sobre los codos que dejaban ver brazos ejercitados. El pantalón de trabajo le marcaba un culo redondo perfecto y lo que se veía del pene prometía.Salí del inodoro (o del armario como dicen algunos) y me acerqué a los lavatorios (que estaban pegados al mingitorio de él). Nos sonreímos. Me lavé las manos y tomé otro cigarrillo mientras él guardaba el paquete. Obviamente le ofrecí uno acercándole el paquete. Él lo tomó rozándome la mano con su diestra. Me corrió electricidad por el cuerpo. Se sentó en la mesada de los lavatorios con las piernas bien abiertas que me dejaron ver la evidente erección.- Aburrido ¿Verdad?Su voz era gruesa pero cálida. Asentí con la cabeza mientras que la música que llegaba del salón nos traía la voz fantasmagórica de la ex vedette y ahora conductora de programas infantiles. Lo recorrí con la mirada: Ojos azules, barba negra tipo candado, rasgos masculinos y hermosos, hombros amplios, pecho descubierto y muy bien formado. Y el paquete que parecía apuntarme. Me acerqué hasta él, me rodeó con sus piernas y me atrajo hacia él, lo besé en la boca, su cuerpo era fuego que me envolvía, sentía su pene chocando con el mío, las rodillas que me apretaban el culo. Sus manos me sacaban la camisa del pantalón. Las mías se enredaban en su cabellera mientras no dejaba de besarlo en la boca. Sus piernas me soltaron, y comenzamos a desabotonarnos las camisas, empecé a besarle el pecho, chuparle las tetillas, mientras él me masajeaba el pene con la mano derecha y desataba el cinturón, bajaba la bragueta y me bajaba por completo la ropa. Yo mientras tanto bajaba con mis chupadas, le desabroché los botones del pantalón sudado y con olor a humo y comencé a comerle la pija por sobre el boxer. Él me guiaba con su diestra sobre mi nuca.De pronto apoyó las manos sobre la mesada y alzó el culo. Le terminé de bajar los pantalones y el boxer hasta los tobillos y me tragué su sexo. Parecía un hierro candente que me golpeaba la garganta. Él se dobló y con las manos me masajeaba el culo, me acariciaba la raya y jugueteaba con sus dedos en mi ano. Entendí que me la quería meter. Hasta ese momento, ambos mirábamos de reojo la puerta de acceso al baño, por las dudas, pero ahora nos metimos en una de las cabinas del inodoro. Me colocó frente a la puerta con las manos sobre el marco y las piernas bien abiertas y más alejadas para quedar inclinado. Y ahí comenzó a embestirme, la tenía gruesa y bien dura. Me dolía pero quería sentirlo dentro de mí, golpeando su trabajado cuerpo contra el mío y así poder sentir su fuego. Me embestía con rudeza pero no me lastimaba, a veces se quedaba arrimado y me mordía la oreja. Yo me abandonaba y quería que esto durara para siempre. Estaba dispuesto a que hiciera de mí lo que él quisiera. Continuaba penetrándome. De pronto sentimos la puerta. Se pegó a mí, me tapó la boca con las manos y continuó dándome embestidas más cortas. Alguien fue para los mingitorios y la sensación de peligro me puso más a mil de lo que ya estaba. Cuando se fue el desconocido, me empezó a meter y sacar más rápido hasta que acabó con rugido bajo. Yo me ericé por completo. No sabía si penetrarlo a él. Opté por pedirle que se pegara a mí, que me pasara el brazo izquierdo por debajo del mío para apretarme contra él y que con la mano izquierda me masturbara. Su mano recorría todo mi miembro, se cerraba fantástica en el glande y hacía retorcer de placer en todo el recorrido. Mientras, continuaba con él pegado a mí con su miembro en mi ano. Su boca también era precisa, besaba mi nuca, chupaba mi oreja, me hacía volar.Acabé sobre la puerta del baño, la astucia de mi compañero de colocarme inclinado hizo que no se manchara el pantalón y así no tener que ensayar excusas posteriores. Limpiamos, nos vestimos y nos dimos un intenso beso. Podríamos, creo, haber reanudado nuestros juegos pero la prudencia aconsejaba retirarnos.- Me llamo Javier -me dijo.- Yo soy Alejandro.Me contó que ayuda al parrillero cada domingo pero que termina a las cinco de la tarde. También me dijo que los domingos eran para él interminables. - Para mí también -le dije.Salí primero y él unos segundos después. En el salón nadie había notado mi ausencia (ni mi cambio de humor, claro). Cuando observé a Javier nuevamente vi que se reía junto al parrillero. Quizás hablaban de lo del baño, pero en ese momento la música de fondo era la cantante y actriz mexicana que sacó la lotería al casarse con el dueño de la principal grabadora del mundo, y el tema decía precisamente: - A quién le importa...

Leccion de Amor 2da Parte

Anteriormente conté cómo dando clases en un colegio secundario, uno de mis alumnos, Alan, me hizo descubrir zonas de mí nuevas y excitantes.Todo había empezado con Alan, un rubio y bello deportista de 14 años, toqueteándose los genitales en clases, distrayéndome (y excitándome) tanto que me obligó a reprenderlo. Cuando Alan se incorporó, su compañero de atrás le tira de los pantalones joggings y deja al descubierto un fenomenal pene erecto que iba a cambiar mi vida para siempre. Finalmente Alan terminó en mi casa (y en mi alcoba) debido a que según me había dicho, la falta de los boletos secundarios para el colectivo y la imposibilidad de comunicarse con su familia le impedía regresar a casa.Pero cuando desperté de una noche de pasión con este hermoso muchachito, encontré en sus pantalones los boletos mencionados. Lo desperté para que fuéramos al colegio. Ni allí, ni durante el desayuno, me animé a plantear el tema.Cuando nos despedimos y baja del auto, lo llamo. Su magnifico pene (el de mi perdición) se vislumbra en la ventanilla como en una tele.- Te olvidás los boletos -dije acercándoselos.Me sonrió y sin decir nada alejó su joven y hermoso cuerpo. Ese día no tenía clases en la división de Alan. Si bien no sabía qué hacer con el tema, por lo menos, el estar alejado me tranquilizó. Pero al final de la jornada, otra vez no era la última persona en el edificio. Charlando animadamente veo a Alan y Ariel (su compañero de atrás, el que le bajó los joggings).- Él también quiere clases particulares -me dijo Alan sonriendo pícaro.No sé si por locura, o por aclarar las cosas, subí a ambos adolescentes a mi auto. Ariel adelante y Alan detrás de mí. Manejé completamente desconcentrado. ¿Alan había planeado todo esto? ¿Ariel le ayudó?.Camino a casa, una barrera de ferrocarril que demora bastante me detuvo. Abandoné mis pensamientos para mirar a Ariel. Me atraía, cabello castaño, ondulado, corto muy varonil (esto lo hacía más deseable). Como buen italiano, ojos verde-grisáceo. La remera calada de mangas muy cortas dejaban ver sus hermosos músculos. El pantalón deportivo, fino, permitía ver su pene, ayudado por la costumbre adolescente de sentarse caído y con las piernas bien abiertas. Ya no me importaba nada, lo miraba descaradamente. Siento que desde atrás Alan comienza a besarme el cuello y mordisquear la oreja. Ariel me toma la mano y me hace pasársela por su pene que está durísimo. Hubiera deseado prolongar el momento por siempre. Pero el tren pasó y crucé la barrera.Entramos a casa como si flotáramos en el aire. Ni sé dónde tiramos nuestras cosas. Ariel y Alan comenzaron a abrazarse y desvestirse. Yo me tumbé en un sillón y abrí la bragueta. Comencé a masturbarme mientras los veía recorrer sus hermosos cuerpos adolescentes con besos. Alan se agachó delante de mí y comenzó a tragarse mi pija. Ariel comenzó a masturbarse parado. Lo llamé. Lo hice pasar sobre Alan y apoyándole las piernas abiertas sobre los brazos del sillón comencé a mamársela. No era justo que si lo había traído, lo dejara masturbarse solo como si fuera el baño de su casa. Después de unos minutos, aparté a Alan y a Ariel de mí. Hice voltear a Alan, para que se pusiera en cuatro patas y comencé a lamerle todo el culo con intenciones de lubricarlo. Le pedí a Ariel que hiciera lo mismo conmigo. Cuando lo consideré oportuno, penetré a Alan y pedí lo mismo a Ariel. Con la mano derecha empecé a masturbar lentamente a Alan. Me complacía dirigir todo el acto. Ariel me penetraba con fuerza agarrándome de las piernas con ambas manos. Eyaculé como si hubiera explotado de placer. Besé a Alan por todo su cuello y espalda, mi bello angelito me hacía gozar nuevamente. Ariel seguía con sus sensuales embates hasta que por fin soltó su impetuosa carga con un gemido atronador, propio de los itálicos. Otra vez tomé el mando, hice sentar a Alan en el sillón. Llevé las manos de Ariel sobre los brazos del sillón, y comencé a lubricarle con mi lengua el ano. Alan le hizo tragarse el pene. Como si hubieran leído mis pensamientos, Ariel me retiró, dejó salir a Alan del sillón y le ofreció el ano dilatado. Alan comenzó a penetrarlo lentamente. Verlos y escucharlos gemir me excitó otra vez, pero no me atreví a molestarlos y comencé a masturbarme viéndolos gozar. Ellos notaron que los observaba y se excitaron más, flexionando Ariel sus músculos tensos y perfectos, eran hermosos. Alan retiró su pene y acabó sobre la espalda de Ariel. Tal vez porque no quería privarme de observarle ese miembro que me hizo descubrirme como realmente soy. Feliz acabé pensando en que había renacido y que ya me importaban un carajo los putos boletos secundarios.

Lección de Amor.

Trabajo desde hace mucho como profesor de secundaria. En la escuela la mayoría de los alumnos son varones, pero dudo que eso tenga relación con lo que voy a contar.
Tengo 30 años y, hasta que sucedió lo que voy a contar, no había tenido practicamente experiencias sexuales de ningún tipo.
Mis clases no son muy rígidas pero me gusta mantener el orden. Ese día mientras explicaba un tema difícil que requería concentración, noté cómo Alan, uno de mis alumnos, se frotaba sus genitales constantemente. Intenté ignorarlo pero no podía quitarle los ojos de encima. Alan es alto, rubio clarísimo y muy lindo chico. Vestía jogging y remera que le marcaba sus músculos. Pero ese día mi atención no podía apartarse de su entrepierna. Harto ya de perder la concentración y temiendo que mi turbación fuera descubierta por los otros, le llamé la atención:
- Alan, quiero ver tu carpeta -fue lo primero que se me ocurrió.
Tomó la carpeta y se incorporó. Su miembro erecto era inocultable a través del pantalón de jogging. Pero faltaba lo peor. El compañero del banco de atrás sin que nadie lo viera, enganchó el pantalón y tiró hacia abajo con fuerza dejando al pobre Alan con el slip a punto de reventar al descubierto. Mi concentración en el tema de la clase se fue del todo, lo vergonzoso de la situación me dejó inmóvil, rogaba que mis jeans ocultaran mi prominente e inexplicable erección y que el resto de estas sabandijas no me descubrieran. El salón era un festival de risas, aplausos y comentarios, por suerte mi hora terminaba y todos saldríamos hacia el recreo.
Me dirigí al baño de profesores raudamente. Entré como una exhalación y cerré la puerta con llave. Abrí la bragueta, me bajé los jeans. El calzoncillo estaba impregnado de líquido preseminal. La imagen de Alan y su prominencia me daba vueltas en la cabeza y mi pene volvía a excitarse. Ahí perdí la cabeza, me tomé el pene con fuerza y comencé a jalarlo como en mis tiempos de adolescente. Por suerte el ruido del patio tapaba mis mal ahogados gemidos. Perdí la noción del tiempo hasta que acabé sobre los azulejos. Limpié todo y salí del baño, por suerte ningún colega esperaba fuera.
Fui a otro curso y casi logré olvidar el tema. Cuando la jornada terminó me dirijo a mi auto, generalmente soy casi el último que abandona la escuela, pero esta vez el casi iba a cumplirse. Otra persona tampoco había abandonado el establecimiento todavía y aunque no lo crean, era Alan.
- ¿Todavía acá? -interrogué.
- Me quedé sin boletos secundarios y en casa no pueden venir a buscarme. -me contestó.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Esperar a mi hermano, que a las ocho sale del negocio.
- Pero faltan dos horas -le digo- ¿Y él no sabe que todavía estás acá? ¿Y si no pasa y se va derecho a tu casa? ¡Tus padres se van a preocupar!
- En mí casa no hay nadie. Mis padres están afuera hasta la semana que viene, igual siempre llego a las nueve, porque de acá me voy al club a practicar.
- El club me queda de paso -dije sin saber lo que me esperaba- te llevo.
Subimos al auto. Mientras conducía le miraba bien, era muy lindo en ese cuerpo de adolescente deportista. No podía quitar de mi mente los sucesos del aula. Otra vez sentía una erección. Pero no podía dejar que la locura me ganara otra vez, lo iba a dejar en el club y darle dinero para el colectivo. Pero cuando llegamos al club estaba cerrado por desinfección. Le dije que llamara a su hermano y que yo lo iba a llevar hasta allí. Fue al teléfono público y pude contemplarlo completo. Cada vez me atraía más, y ya no podía ocultar mi erección. Cuando entró al auto me di cuenta que mi perdición empezaba:
- Mi hermano tiene apagado el celular y no tengo cómo avisarle que no tengo las llaves de casa...
- Bueno -dije- vamos a mi casa que mañana te traigo al colegio.
Mientras iba para casa, todo tipo de fantasías se me cruzaban en la cabeza, y en todas estaba Alan. Comencé a hablarle para tratar de distraerme, y él me trae de nuevo a la situación del aula.
- Quiero pedirle disculpas- me dijo.
- No te preocupes, son cosas de chicos -lo calmé.
Me colocó su mano en la pierna derecha y me miró:
- Usted me gusta...
Casi choco el auto. Me aparté de la calle y frené:
- ¿Qué estás diciendo? -me arrebaté.
- Que usted me gusta, con su cabello castaño, su cuerpo fornido y esos ojos azules...
- Estás confundido -le dije.
- No profe... además, noté que estaba excitado.
Se abalanzó sobre mí, pasó su brazo izquierdo detrás de mi cuello y comenzó a besarme. Su pierna derecha se rozaba con mi pene erecto.
- ¿Qué haces? ¿Estás loco? -le grité.
Volvió a su asiento y no volvió a hablarme. Pero yo ya no sabía qué hacer. Retomé la marcha y nos dirigimos a casa. Cuando entramos le indiqué la comida en la heladera y le dije que yo no cenaría y me iba a leer a mi cuarto. En mi cama no conseguía leer mientras que el calzoncillo estaba completamente empapado de líquido preseminal. Me levanté, tomé un nuevo calzoncillo del armario y me dirigí al baño a lavarme. Entré olvidando que no estaba solo en casa y me encuentro a Alan completamente desnudo, sentado en el inodoro, masturbándose. Quedé enfrentado a él, mi miembro erecto dentro del calzoncillo empapado le quedó próximo a su boca. No podía moverme, me tomó el calzoncillo, lo bajó y se metió mi pene en la boca, me retiró el líquido preseminal y comenzó a mamarlo. Comencé a gemir y mis dos brazos le tomaron la rubia cabeza por detrás y comenzaron a guiarlo.
- Alan, Alan. ¡Mi muchachito! -gemí.
Su inexperiencia me excitaba aún más. Mis manos comenzaron a recorrer toda su espalda, acariciándolo. Sus manos me acariciaban el culo. Cuando creí que iba a acabar le pregunté:
- ¿Te la metieron ya?.
- Nunca. -me dijo.
Lo incorporé y lo puse en cuatro patas. Me arrodillé detrás suyo y le pasé por los bordes del ano mi pija que tenía su propia saliva. Luego comecé a pasarle mi lengua y de a poco trataba de hundírsela.
- ¡Métemela, por favor! -dijo.
Lo penetré y gritó. Pero luego sus manos tomaron mis muslos y comenzó a manejarme. Gemía y suplicaba.
- Así, así...
Le tomé de las muñecas mientras lo penetraba, él se contraía y me provocaba más placer. Su cuerpo adolescente era pura fuerza y acabé dentro de él. Me retiré, y mientras, algunos hilos de leche le colgaban del ano. A pesar de mi inexperiencia en este tipo de relaciones, sabía que me tocaba a mí satisfacerlo ahora. Se incorporó y al darse vuelta me ofreció a la boca su tremendo pedazo, culpable de todos mis desvelos. Agarré con mis manos sus muslos y comencé a engullirme ese pedazo de joven carne, mi lengua jugueteaba también con sus blancos testículos recubiertos por el rubio vello. Sus manos apartaron mi cabeza para indicarme que quería penetrarme. Sin perder tiempo me dí vuelta y le ofrecí mi culo pensando no necesitar más preparación. Me penetró con fuerza en el ano virgen y sentí una quemazón que me recorría la espina. Grité, pero la sensación posterior fue maravillosa. Sentir a mi adorado muchachito dentro mío. Me embestía con la fuerza de sus rebeldes y hermosos 14 años. A veces mis brazos le retenían para que no se apresurara y prolongáramos el placer. Acabó dentro mío como un volcán. Se echó en mi espalda y jadeaba con fuerza.
Luego nos bañamos mientras nos besábamos y acariciábamos. Le conté de mi primera paja homosexual por su causa, se rió mucho y me contó que había intentado el sexo con chicas muchas veces pero sin resultado. Me dijo que recién le había enseñado su mejor lección: la lección de amor.
Nos acostamos en mi cama completamente desnudos e hicimos el amor varias veces más durante el resto de la noche. A la mañana siguiente, mientras mi hermoso muchacho todavía dormía, empecé a juntar nuestras ropas que estaban en toda la casa. Por suerte las ropas de él no estaban mojadas ni sucias para poder ir a la escuela. Al levantar su pantalón jogging, algo cayó al suelo, al levantarlo veo que son sus boletos secundarios. Evidentemente, todavía mis sorpresas no habían terminado...