Nueva sala de Chat

jueves, marzo 23, 2006

Cumpleaños

Pensé que iba a arrepentirme por haber ido a ese tonto cumpleaños infantil. La música del payaso de moda me estaba aturdiendo demasiado. Siempre el mismo vodevil, saludar a la tía sepultada en toneladas de maquillaje escuchando su reiterativa pregunta:- ¿Solo todavía?. No importa, ya vas a encontrar a alguien.Y uno quisiera que ese caro vestido la ahogue del todo, para que cuando sólo le quede un segundo de vida gritarle:- Yo tuve parejas, pero no las que te pueda presentar a vos.Era el único sin compañía. Hasta todos aquellos personajes que insisten presentarme año tras año, con una vehemencia inversamente proporcional a mi empeño por no acordarme de ellos, estaban acompañados. No sé por qué fui. Ni siquiera me importa el cumpleañeros. Decidí escaparme al baño.Sentado en el inodoro, fumaba como en los viejos tiempos del secundario, sólo que ahora ya no me preguntaba qué me estaba pasando y estaba bien seguro de lo que quería para mí. En eso comenzaba a pensar cuando siento ruidos en dirección a los mingitorios y una canción de mis épocas de estudiante silbada con bastante entonación. Apenas abrí la puerta para esconderme y mirar sin ser visto. Era el ayudante del parrillero. Tendría treinta como yo. No le había prestado atención antes pero ahora veía que estaba muy bien. Alto, pelo negro largo atado en cola, camisa blanca amplia con las mangas sobre los codos que dejaban ver brazos ejercitados. El pantalón de trabajo le marcaba un culo redondo perfecto y lo que se veía del pene prometía.Salí del inodoro (o del armario como dicen algunos) y me acerqué a los lavatorios (que estaban pegados al mingitorio de él). Nos sonreímos. Me lavé las manos y tomé otro cigarrillo mientras él guardaba el paquete. Obviamente le ofrecí uno acercándole el paquete. Él lo tomó rozándome la mano con su diestra. Me corrió electricidad por el cuerpo. Se sentó en la mesada de los lavatorios con las piernas bien abiertas que me dejaron ver la evidente erección.- Aburrido ¿Verdad?Su voz era gruesa pero cálida. Asentí con la cabeza mientras que la música que llegaba del salón nos traía la voz fantasmagórica de la ex vedette y ahora conductora de programas infantiles. Lo recorrí con la mirada: Ojos azules, barba negra tipo candado, rasgos masculinos y hermosos, hombros amplios, pecho descubierto y muy bien formado. Y el paquete que parecía apuntarme. Me acerqué hasta él, me rodeó con sus piernas y me atrajo hacia él, lo besé en la boca, su cuerpo era fuego que me envolvía, sentía su pene chocando con el mío, las rodillas que me apretaban el culo. Sus manos me sacaban la camisa del pantalón. Las mías se enredaban en su cabellera mientras no dejaba de besarlo en la boca. Sus piernas me soltaron, y comenzamos a desabotonarnos las camisas, empecé a besarle el pecho, chuparle las tetillas, mientras él me masajeaba el pene con la mano derecha y desataba el cinturón, bajaba la bragueta y me bajaba por completo la ropa. Yo mientras tanto bajaba con mis chupadas, le desabroché los botones del pantalón sudado y con olor a humo y comencé a comerle la pija por sobre el boxer. Él me guiaba con su diestra sobre mi nuca.De pronto apoyó las manos sobre la mesada y alzó el culo. Le terminé de bajar los pantalones y el boxer hasta los tobillos y me tragué su sexo. Parecía un hierro candente que me golpeaba la garganta. Él se dobló y con las manos me masajeaba el culo, me acariciaba la raya y jugueteaba con sus dedos en mi ano. Entendí que me la quería meter. Hasta ese momento, ambos mirábamos de reojo la puerta de acceso al baño, por las dudas, pero ahora nos metimos en una de las cabinas del inodoro. Me colocó frente a la puerta con las manos sobre el marco y las piernas bien abiertas y más alejadas para quedar inclinado. Y ahí comenzó a embestirme, la tenía gruesa y bien dura. Me dolía pero quería sentirlo dentro de mí, golpeando su trabajado cuerpo contra el mío y así poder sentir su fuego. Me embestía con rudeza pero no me lastimaba, a veces se quedaba arrimado y me mordía la oreja. Yo me abandonaba y quería que esto durara para siempre. Estaba dispuesto a que hiciera de mí lo que él quisiera. Continuaba penetrándome. De pronto sentimos la puerta. Se pegó a mí, me tapó la boca con las manos y continuó dándome embestidas más cortas. Alguien fue para los mingitorios y la sensación de peligro me puso más a mil de lo que ya estaba. Cuando se fue el desconocido, me empezó a meter y sacar más rápido hasta que acabó con rugido bajo. Yo me ericé por completo. No sabía si penetrarlo a él. Opté por pedirle que se pegara a mí, que me pasara el brazo izquierdo por debajo del mío para apretarme contra él y que con la mano izquierda me masturbara. Su mano recorría todo mi miembro, se cerraba fantástica en el glande y hacía retorcer de placer en todo el recorrido. Mientras, continuaba con él pegado a mí con su miembro en mi ano. Su boca también era precisa, besaba mi nuca, chupaba mi oreja, me hacía volar.Acabé sobre la puerta del baño, la astucia de mi compañero de colocarme inclinado hizo que no se manchara el pantalón y así no tener que ensayar excusas posteriores. Limpiamos, nos vestimos y nos dimos un intenso beso. Podríamos, creo, haber reanudado nuestros juegos pero la prudencia aconsejaba retirarnos.- Me llamo Javier -me dijo.- Yo soy Alejandro.Me contó que ayuda al parrillero cada domingo pero que termina a las cinco de la tarde. También me dijo que los domingos eran para él interminables. - Para mí también -le dije.Salí primero y él unos segundos después. En el salón nadie había notado mi ausencia (ni mi cambio de humor, claro). Cuando observé a Javier nuevamente vi que se reía junto al parrillero. Quizás hablaban de lo del baño, pero en ese momento la música de fondo era la cantante y actriz mexicana que sacó la lotería al casarse con el dueño de la principal grabadora del mundo, y el tema decía precisamente: - A quién le importa...

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