Nueva sala de Chat

jueves, marzo 23, 2006

Joaquin

A los cuarenta años, luego de una vida familiar en la que el sexo era pecado, estaba comenzando a ganarme el pasaje al infierno. Hasta ahora los únicos momentos de placer habían sido masturbadas furtivas en el baño del colegio o en el de casa. En ambas con el peligro latente de ser descubierto. Por cierto, vivía hasta su muerte hace un mes, con mi madre. Una mujer dura y posesiva que no me dejaba tiempo para el amor. Por eso comencé a desarrollar la fantasía. Todas las mañanas observaba por la ventana a Joaquín, un chico de 16 años que vivía en el edificio de enfrente. Primero creí que lo hacía envidiando su desfachatez. Pero, poco a poco, comencé a obsesionarme con el. Era flacucho, de cutis muy blanco que resaltaba con su pelo negro cortado a la Garzón que le sobresalía de la gorra con la visera echada hacia atrás que llevaba eternamente. Pronto iba a comprobar que realmente nunca se quitaba la gorra. Pero lo que mas me quedaba mirando era la raya del culo que se asomaba sobre la bermuda semicaída y los vellos que hacían lo propio por sobre la bragueta. Podía pasarme horas observándolo entrar y salir de su casa sintiendo extrañas sensaciones en la garganta y erecciones. No podía quitar su imagen de mi cabeza. Su habitación daba a mi casa y la computadora estaba de costado sobre la ventana, por lo tanto, busque la forma de contemplarlo más. Me compre unos prismáticos y continúe con mis observaciones. Era verano y de noche dormía solo con el slip, de tanto en tanto se frotaba el bulto y yo sentía que volvía al secundario. A veces navegaba en Internet, supongo porque sacaba el pene de entre sus ropas y se masturbaba con ganas. Hasta sonreí cuando note que se calzaba una media en el miembro para no manchar. A mí ya no me interesaba manchar, yo era ahora quien limpiaba y por lo tanto ya no tenía que preocuparme por ocultar nada. Cuando ya no resistía mas la excitación bajaba mis pantalones y luego de tocarme el miembro por encima, sin dejar de observar a mi chiquillo, me tomaba el paquete y lo jalaba con muchas más ganas que en la escuela. A veces me asombraba el tamaño que tomaba y las venas bien marcadas en el tronco grueso. Tanta represión pasada había hecho que nunca había aprendido a observar y querer mi cuerpo y menos el órgano sexual. Gemía mi placer sin culpa mientras el puño subía y bajaba, la cabeza estaba morada y finalmente venían los espasmos y los cinco o seis chorros de semen, sin media que los contuvieran. Enfrente el cuerpecito de mi hermoso vecino se convulsionaba, echaba su hermoso rostro hacia atrás y luego de un rato cesaba los movimientos de la mano y terminaba dejando caer ambos brazos al suelo, permaneciendo inmóvil unos segundos. Eso sí, nunca se quitaba la gorra.Estaba decidido a hacer mío a aquel muchacho. Por primera vez actuaba por instinto sin importarme las consecuencias. Además de autoritaria, mi madre era muy tacaña, lo que hizo que a su muerte heredara algunas propiedades y una gran suma de dinero. Decidí comprar una computadora. La excusa sería llevar a Joaquín a casa para que me enseñe a utilizarla.No hubo inconvenientes. La madre del muchacho me adoraba y este a regañadientes acepto a venir. Allí lo tenía, despedía olores corporales que lejos de molestarme me excitaban más. Sentía ganas de tomarlo por la fuerza, recorrer con mis manos todo su cuerpo, besarlo, arrancarle las ropas, pero estaba logrando contenerme. Se agacho para indicarme cada uno de los conectores detrás de la computadora, pero yo sólo le miraba el culo a través del pantalón caído. Encendió la computadora y nos sentamos juntos enfrente a la pantalla. Le pedí conectarnos a Internet. Me mostró como sacar un cuenta de correo donde buscar noticias - Y sexo donde puedo ver - dije queriendo ver su reacción. Se puso incómodo, vi bajar la saliva por esa hermosa nuez de Adán que hubiera deseado estar chupando - Tu debes saber, además no hay problema, soy de confianza- proseguí buscando confianza. El permanecía mudo -Vamos te veo cada noche en ese aparato- dije mostrando complicidad -¡No se lo diga a mamá- me dijo asustado -Te dije que soy de confianza, además... no te preocupes a tu edad es normal mirar mujeres desnudas- dije sonriendo -Es que no son mujeres- dijo y se arrepintió. ¡No podía tener tanta suerte! pero todavía faltaba más, balbuceaba -bueno, es decir... por primera vez lo toque. Pase mi brazo atrás de su cuello y mi mano le tomó el hombro -Puedes confiar en mí- le dije -¿Y que es lo que te gusta mirar?- me dijo que miraba fotos de hombres mayores -como usted- dijo y enmudeció nuevamente -¿Y ya tuviste relaciones?- quise saber -no, solo algunas pajas- dijo mostrándose avergonzado. Lo atraje hacía mí y apoyé su cara en mi pecho. Mis latidos parecían una tropilla pasando enloquecida. Mi mano abandonó el hombro y comenzó a acariciarle las mejillas. Él comenzó a acariciar mi cintura con sus manos, seguro notó mi erección y alzo la cabeza. Yo no espere le tome el rostro con ambas manos y torpemente lo besé en la boca. ¡Ambos éramos vírgenes! Él me acariciaba la espalda. Sentía su pene durísimo sobre el mío y estaba ofreciéndome el culo. Metí mis manos bajo el pantalón y mis dedos le repasaban la raja. Sus olores me penetraban por las fosas nasales como si estas le estuvieran absorbiendo el alma. Mis manos le apretaban los glúteos y mis dedos se metían en su base. Él comenzó a quitarme la remera del pantalón y yo abandoné mis caricias para alzar los brazos y permitírselo. Hice lo propio con su remera, lo hice sentar enfrentado a mí para continuar besándolo y sentir su culo sobre mí pija. Él comenzó a subir y bajar fregándose sobre mí por lo tanto yo sentía su herramienta fregarse sobre mi abdomen. Cada tanto lo detenía y besaba su pecho o chupaba sus tetillas. El placer era inmenso, casi acabo, pero imaginarme a mi madre viéndonos me hizo perder la erección, aunque los movimientos de mi muchachito me devolvieron pronto al éxtasis. De pronto lo hice pararse y le bajé las bermudas y el slip que tanto conocía dejando me conocer el pene. Era blanco como toda su piel no muy grueso pero largo y terminado en la punta rosada. Me lo tragué, él paso sus manos y me tomó la nuca. Mis labios se cerraron con firmeza y comenzaron a recorrer el miembro desde la base hasta el glande que era recorrido por mi lengua como quien saborea un helado. Mis manos le amasaban los glúteos, mis dedos iban por la raja hasta los testículos y jugueteaban con ellos. Alcé mi vista y vi el hermoso rostro gozando. De pronto cerró sus ojos, se mordió el labio inferior y en medio de convulsiones de las piernas y el culo soltó su carga de leche dentro de mi boca. Tragué lo que pude y le sonreí. Sin decirle nada me desabrochó el pantalón y me bajo las ropas hasta las rodillas. Se agachó y colocando sus brazos sobre mis piernas comenzó a besarme las piernas y se dirigió a mi pene. Primero me chupo los testículos, luego comenzó a ascender por la base con besos profundos hasta llegar al glande. Lo recorrió con la lengua y se trago el miembro entero. Yo podía sentir su lengua y su boca inexpertas, pero deliciosas, y ver su gorra subiendo y bajando por mi miembro. Mis manos le tomaban el rostro, le acariciaban la nuca de pronto sentí las convulsiones y eche mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos. Acabé en su boca pero el chico no llegó casi a tragar por lo que mi leche le colgaba de la boca. Lo senté nuevamente a caballito y besándole le quite los restos.Nos vestimos y nos despedimos con un largo beso y la promesa de repetir los encuentros. Me dijo que nunca me había prestado atención pero que el día de hoy le iba a resultar inolvidable. Me acerqué a la ventana cuando salió y volví a mirarlo pero esta vez no como una fantasía imposible sino como a la personita que le puso sentido a mi vida.

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